Ayer, día 5 de septiembre,
nos visitó Raúl de Tapia en nuestros encuentros literarios. Nos transmitió su
pasión por la naturaleza viva y la conexión de los humanos con ella, aún cuando
en demasiadas ocasiones, nos olvidamos de ella.
Un tarde para el recuerdo
rodeados de buenos amigos que llenaron la Sala de la Palabra. Desde aquí damos
las gracias encarecidamente a Raúl de Tapia (Raúl Alcanduerca) por su disposición
y por regalarnos su tiempo y sus conocimientos.
Gracias también a Carmen
Borrego por cedernos sus fotografías del acto.
Muchos de vosotros nos habéis
pedido el texto que nuestra presidenta, Montserrat Villar, escribió para la
presentación de Raúl, por eso lo reproducimos aquí íntegramente:
Que una hoja de
papel no es hoja, sino la sombra de aquella que muere cuando un árbol es talado
para sacarle un producto que necesitamos y no valoramos lo suficiente. Que una
pluma, originariamente, no es un simple objeto para escribir, sino un hermoso
penacho del que ya adolece un pájaro para que nosotros podamos rayar con la
tinta que fue creada de sulfato ferroso con agallas de roble, y no es un
ungüento de brujas, aunque a veces se produzcan con ella palabras mágicas que
nos salvan de nosotros mismos. Que una tapia es un muro con el que todos nos
hemos chocado cuando aprendíamos a montar en bici, pero también es el muro que
nos alza sobre su cabeza para otear el horizonte y desear descubrir la tierra
que ante nuestros ojos se alarga y que nunca deja de cambiar y de enseñarnos
porque “es sabia la naturaleza”, eso ya nos lo decían los abuelos.
Que los hombres somos la especie más
depredadora de este mundo y, desde luego, la más inconsciente. Y arrancamos páginas
de cuadernos para llenar papeleras y entintamos sin medida, y jamás pensamos en
los árboles que nos observan desde ese lugar que significa muerte segura; en
los pájaros que pierden sus plumas por toda la polución que devolvemos a cambio
de toda su belleza, en las tapias de las fincas, en la lluvia y en sus
secretos. Y que todo es una espiral que puede llegar a expirar con cada derrota
de un justo, pero siempre hay valientes que se aferran a la utopía de salvar la
tierra, lo bello y por qué no, contarlo con hermosas palabras. Y así tenemos
una hoja, una pluma con su tinta, un Tapia, sí, un Tapia que dibuja y escribe
conscientemente en sus cuadernos todo lo hermoso que sus ojos expertos son
capaces de ver para que nosotros podamos saber qué hay más allá de un árbol,
más allá de un pájaro herido, más allá de lo que nos rodea y podamos apreciar
con sus pinturas y sus versos qué podemos hacer para dejar de ser aniquiladores
de lo que se nos ha regalado y nos cobija. Y que los niños, como la niña de
Raúl, sigan pensando en que las palomas se criaban en nidos hechos de
libros, donde los relatos se mezclaban con ramillas y muchas hierbas. Los
pichones se alimentaban de palabras y sementeras, e iban construyendo sus
propias fábulas. Y que
nosotros lleguemos a escucharlas para que la magia no desaparezca.
Montserrat Villar
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