Víctor Manuel Jiménez Andrada nació en Cáceres, en 1971.
Ha publicado poemas y cuentos en diferentes revistas y antologías.
En junio de 2011 ganó el accésit del I Certamen de cuentos y leyendas de Cáceres con el cuento “La gárgola y la golondrina”, que fue posteriormente publicado.
En julio de 2011 consiguió una beca a la creación literaria concedida por la Junta de Extremadura para el poemario “Versos del insomnio”, que publicaría al año siguiente.
A finales de ese mismo año publicó su primera obra en solitario con la editorial cacereña Rumorvisual, “Comidas para llevar”, un libro de relatos que prologó la escritora Pilar Galán.
En junio de 2012 funda, junto a varias personas con las que comparte inquietudes, la Asociación Cultural Letras Cascabeleras, cuyas ediciones se encarga de coordinar.
Bajo su supervisión se han editado cerca de cincuenta títulos entre narrativa breve y poesía de autores y autoras españoles e hispanoamericanos. Como coordinador de Letras Cascabeleras ha participado en varios encuentros de editores independientes, como Centrifugados en Plasencia (Cáceres) o Edita en Punta Umbría (Huelva).
Ha ganado el XVI Premio de Poesía “García de la Huerta” en 2014 con su poemario “Circo”, publicándose una plaquette con el mismo.
En 2015 publica "Encélado" en la colección "La bolsa" (Letras Cascabeleras). También en 2015 publica en el número 7 de la colección de poesía "3x3" (Editora Regional de Extremadura), dirigida por Antonio Gómez.
Su obra más reciente es “El último diente de leche”, poemario que fue presentado por primera vez en junio de 2015. Durante varias temporadas publicó y distribuyó de manera gratuita el tríptico “Letras Breves”, con textos hiperbreves y poesía. Coordina varios talleres y actividades literarias, como presentaciones y recitales poéticos, entre los que cabe destacar cuatro temporadas de “Sherezade”, una sesión de micro abierto. En su blog www.papirowebxia.com, se pueden ver muestras de su trabajo.
El secuestro de la
estatua ecuestre
Una grúa avanza por la calle solitaria
-la
escoltan sirenas que rasgan las sombras
y alcanza la plaza donde mora el dictador derrocado
por la parca inmisericorde y el olvido.
Es la mejor hora para arrancar avisperos
aunque hay guantes de policía
por si hace falta consolar nostalgias.
Cuatro operarios indiferentes
cruzan con eslingas la estatua ecuestre
que pronto se eleva por los aires
con un solemne redoble de motor.
(alguien sonríe ante la desproporción
de los testículos del animal y la cabeza del dueño).
La imagen es casi cómica:
el
caballo parece asustado en un último relincho
y el
jinete un muñeco indefenso ante el vaivén.
Un camión se lleva, bajo el anonimato de una lona,
al que durante años ha presidido la nación y la plaza.
Se le condena, según sentencia judicial, a cadena
perpetua
en el rincón más apartado del almacén del museo
municipal.
El silencio regresa con el repartidor de periódicos.
El muchacho despeja sus fosas nasales
con el intenso olor a desinfectante
de los aspersores que riegan el jardín
al pie del pedestal vacío.
[del libro Versos del Insomnio]
Templos nocturnos
Cuando escasean los pobladores de las barras,
los camareros lucen estolas moradas
para absolver los pecados veniales de futuros adúlteros.
Sobre el brillo de los diamantes
que se deshacen en vasos de tubo
revolotean, sin parar, los labios desconsolados
en busca de una carne de segunda o tercera.
Por los baños encharcados de fluidos
rebota la parodia de un orgasmo
y se ahogan las lágrimas falsas de amores imposibles.
Después del acto de contrición,
se abren las puertas y todos salen,
ligeros
y sedados.
El
escenario pierde la magia,
la fregona recorre el suelo
y se lleva al desagüe el resto de la noche.
[del libro Versos del Insomnio]
Pasen y vean
Un enjambre de luces empapa la noche en el páramo.
Los decibelios ahogan al coro de grillos que decoraba la
quietud.
¡Pasen y vean!
La carpa deslumbra polillas y las atrae a sus entrañas.
Se ignoran lo fugaces que son las raíces de la quimera.
¡Pasen y vean!
Las promesas escupidas desde la megafonía sacuden el
aire.
En la taquilla se celebra un desfile de pupilas
dilatadas.
¡Pasen y vean! ¡Pasen y vean!
[del libro Circo]
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