Ana S. Díaz de Collantes es una escritora salmantina. Viajera incansable, tras cursar estudios de Filología en la Universidad de su ciudad natal, ha trabajado como profesora de Lengua Española y Literatura en diferentes lugares del mundo, desde Estados Unidos a Asia Central.
Posee publicaciones de diferente índole que la llevan de la investigación filológica a la creación, a través de medios como The Breeze, El Papel de la Efepe, ICU, El Norte de Castilla, Los Libros o Crear en Salamanca, entre otros.
Publicó su primer libro, titulado “Faltaba África”, en 2005, el relato de un viaje cuyos beneficios van destinados a varios orfanatos de Malí en África. Otro título publicado con la misma editorial (Ed. Celya) es “Salamanca, Plaza Mayor de Europa”.
En el año 2011 presentó un volumen de poesía, “La Espuela y el Halda” (Ed. Vitruvio), una obra de carácter antológico que recibió muy buena acogida por parte de la crítica en aquel momento (Antonio Gamoneda, A. Gala, Luis Alberto de Cuenca o L. Jambrina ABC).
En la actualidad está a la espera de la publicación de un libro de relatos y baraja ideas sobre la posibilidad de una nueva novela
Resalta ante mí, el blanco fluorescente de la pared y aún la hondonada canela de la ventana echada. Por debajo, tres cuerdas la cruzan nocturnas al tacto y a la vista. Siento suave, la curvatura oscura de mis pestañas y los dedos largos, largos y extensos, pálidos y largos, encadenado el ámbar de la uña al infinito. Siento redonda y lisa la rodilla, plagio de estrellas en desorden, juego de la luna con el alba. Y siento el alma, suena al golpear su nudo indócil, coral desvanecido en hojas secas. HAY UN DELIRIO Hay un delirio anidado en mis pestañas. Un lago oculto de brotes verdes sobre mi haya. Quiero extender mi mano y tocar tus dedos, lamer tus labios bajo mi piel y amar en alto rompiendo muros rasgando rocas tu lengua dulce de genio oculto. Un espejismo habita entre mis manos, alquimia libre sobre mis uñas, un éter oro que sale y entra desde los labios. Abrazo batallas mudas y rayos, germen de luces nuevas sobre mi alma. Te quiero, amor mío, perdido sin remedio, para siempre aire en mis pestañas. | ECOS DE CASA COJA De rodillas caí en tu vacío humoso y resuelto como la Nada y sin consuelo lloré la ausencia de tu voz en la Casa de mis venas. Queda Yerma, la morada sorda en el hueco de mi sangre. Permanece. Y reanuda la desolación del viento en mi palabra ciega. ………………………………………………. Ya están grises las hojas y nazareno reside el cieno, descansa el espejo en su tumba mientras con desmayo, aquello que fueron mis ojos, se entierra de escarcha. El prado silente ensombrece y verdea el incienso en su tumba, alcanza la bruma al sol de invierno y sestea perenne este otoño, cruel semilla de muerte entre mis manos. Doliente el aire que sufre reflejos de acero sobre este tenaz invierno. Abro mi ventana blanca y la casa se deshoja de la entretela del sueño. El ópalo nocturno |
ATARDECER EN NEUSCHWANSTEIN Caminamos hacia el valle. Paseamos de la mano alcanzando, en la muerte de la tarde, el lago estremecido del silencio, como aquel del fin del mundo que refleja los anhelos y los sueños. Caminamos hacia el valle. Caminamos de la mano, en la muerte de la tarde. A CASTILLA Allá florecerán, Castilla, azafranados estíos sedientos, galería de avatares purpurinos; espejeará la retama en la dehesa intacta argentada en ocasiones de laureles y, zaragatero el tomillo, melificará, si hay brisa, cada instante de al tarde. Consumido y flagelado en la estepa ayuna impío el duelo infatigable de la nieve polvoriento, aborrascado y oscuro, ahíto de ecos sin luz, seco, funesto e inerte. | sucumbe azul ante el afán clarividente del día. Y la vida redime así, con casto rubor de vestido nuevo, el tesón de mis naufragios de arcilla y su memoria. |
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