Biografía
Fernando Díaz San Miguel (Salamanca, 1974)
Fundó la Tertulia Atril en 1993 y coordinó sus actividades en el Ateneo de Salamanca hasta su final veinte años después. Fue director de su Revista Literaria y de la Colección Gárgola de poesía.
Hasta la fecha ha publicado ocho fragmentos de su poesía, reunida bajo el título "Será de otra manera", entre los que destacan: Poemas menores (1996), Poemas mayores (1998), Poemas imperfectos (2001) y finalista del Premio Fray Luis de poesía, Poemas finales (2003), Libro cero (2009), y partes de las tres secciones siguientes Agosto (2008), Meiosis (2005), Abandonos (2011).
Ha escrito y publicado relatos desde que empezó a escribir: de Biblioteca 13 (1994) a The Childrens's Book of American Birds (2009) o la Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México (2013).
Prepara la publicación de su primera novela.
MANSEDUMBRE
"La idea, la imagen que se nos ocurre al pensar
en el instante de nuestra muerte, es la que rige
en secreto nuestra vida".
Ángel Ganivet
Sobre la palma de mi mano
corren los leones mansamente.
Su rugido es un canto.
La felicidad del paraíso
tiene que ver
con ser devorado por los leones.
Con sentir cómo separan
del cuerpo lentamente
esta carne que te ofrezco.
ERIC MEIZOZ
F. Díaz San Miguel
MARIPOSAS
Campos y más campos. Pasto verde y animales que se alimentaban de él en todos lados. Creo que ya no prestábamos tanta atención a los paisajes. Veíamos sitios con la avidez y la prisa del que tiene que dejar rellenado un formulario. Por eso, cuando nos soltaron que quien no ha besado la piedra del Castillo de Blarney no ha conocido Irlanda no lo pensamos ni un momento. Ese mismo fin de semana nos dirigimos hacia un punto de Irlanda que ahora tendría que buscar en el mapa para poder recordar dónde estaba. En nuestro coche europeo, con su volante a la izquierda, lo importante era no darle importancia al hecho de que los conductores allí adelantaban en continua, apagaban las luces de noche si el de delante las tenía encendidas, para no gastar, suponíamos. Adelantaban en continua porque sabían que, pese a ser ópticamente imposible, sí cabían tres coches. La prueba de que cabían tres coches adelantando en una curva es que llegamos a media mañana al Castillo.
Hacía sol y hacía frío. A penas dimos una vuelta. Teníamos que entrar y preguntar por la piedra. Todos desconfiábamos de eso de tener que besar una piedra en donde habían besado millones de personas, pero eso no significaba que no fuéramos a hacerlo, habíamos hecho cosas mucho peores, habíamos besado a mujeres que no recordábamos, habíamos dormido en habitaciones que las babosas recorrían en la oscuridad y en las que dibujaban su lento surco brillante, lo juro.
Allí arriba el paisaje era espectacular, muy bien. Miramos en las cuatro direcciones y buscamos la piedra. Había mucha gente en la cola para besar, eso también era nuevo. Pero no había piedra, entendida como tal. Al borde del muro un espacio pensado para la defensa de la base del castillo, un hueco al vacío en el suelo que daba a la nada, solo unas barras de hierro. La mecánica era fácil después de ver a anterior. Te sentabas en el suelo de espaldas al hueco, un hombre te pasaba el brazo por los riñones te sostenía bocarriba hasta que, de espaldas y en el aire, te asías a dos hierros. Un poco más abajo estaba la marca oscura por los besos. A quién diablos se le había ocurrido aquella cosa. Ni siquiera podían haberlo hecho para incentivar el turismo en la zona, para sacar algo de dinero. No vendían ni agua.
Cuando me tocó pude ver el enrejado que representaba el riesgo resumido en un chichón y unas cuantas magulladuras si me resbalaba, pero allí todos se sujetaban con fuerza, qué remedio. Allá iba, nadie podría decir que yo no había conocido Irlanda. Bocabajo, con mis labios a unos centímetros de la piedra sucedió algo, un mareo, no lo sé. Pensé en mariposas con colores asimétricos, detrás de las mariposas la imagen de una máscara veneciana, la primera estrofa de Telarañas cuelgan de la razón, un dedo mandando guardar silencio. Imágenes y palabras fueron cubiertas por las mariposas de colores asimétricos con alas irreales, después se difuminaron. Entonces me encontré de nuevo allí, a unos milímetros de la piedra. Los otros me gritaban: ¡Eh, Izamid, vamos hombre, bésala y nos vamos!
Al llegar la tarde, ya en la tranquilidad del hostal, puesto que nos habíamos quedado en la zona para amortizar la gasolina y tachar más cosas, intenté analizar el significado de esas mariposas. No se había tratado de una bajada de tensión, y si lo hubiera sido qué tiene que ver con todas estas imágenes. ¿Tenía que ir al médico?, eso no era para otros, la cosa tenía más que ver con el significado de aquellas imágenes. No podía ser una idea fortuita, nos aburríamos, siempre había demasiado tiempo, así que empecé a desarrollar toda una teoría, tenía que significar algo.
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